Buscar este blog

sábado, 11 de mayo de 2013

Los embajadores


“(…)yo creo que si uno fuera un poeta sentiría cada momento como poético. Es decir, uno viviría amando la vida,(…)” Borges

Decir que vivimos en Buenos Aires es declarar dos cosas al mismo tiempo: que estamos en Buenos Aires y que a la vez no lo estamos. En cada rincón, calle, cartel hay manos extranjeras. Esta afirmación no es solo geográfica sino espiritual. A la vez que nos sentimos pertenecientes a un lugar determinado, cruzar la calle significa cruzar un abismo.
Julián León Camargo y Sebastián Camacho encontraron en la tímida calle Bogotá reminiscencias de su país de origen. En Buenos Aires está Bogotá como en una matryoshka, y así tantas cosas más que esperan ser descubiertas.
De la basura encontrada en esa calle salieron las bases de esta muestra hecha por artistas que se saben extranjeros en una tierra que sin embargo homenajean. Los objetos interesantes fueron fotografiados como si fuesen joyas discretas-así dice Houellebecq de las primeras fotos de Jed Martin-. La planta de abajo es una suerte de preludio, la imagen de una amistad artística; la segunda planta no deja dudas de la presencia de dos hombres distintos, que crearon en conjunto obras que se enlazan perfectamente.
De la intertextualidad con el cuadro Los embajadores de Holbein surge un trabajo con técnicas opuestas. Julián León Camargo tomó los colores del telón de la pintura e hizo otros de acrílico sostenidos por maderas. Sebastian Camacho se decidió por la calavera deformada y la dibujó en su proporción normal con lápices de distinta dureza, pero con la particularidad de usar solo un lápiz por obra, guardando los residuos en cajas expuestas en la galería y sin poner atención a si la calavera quedaba terminada o no. De ese cuadro renacentista, los artistas tomaron dos elementos verdaderamente barrocos. Caminar entre las obras era, en algún aspecto, caminar entre tumbas y esqueletos, entre paños brillantes de un teatro del azar y de la decadencia. La basura de la calle Bogotá de Buenos Aires sostiene, conceptualmente y gráficamente, los telones de un teatro de calaveras que nos recuerdan que moriremos. De ser extranjeros colombianos en Argentina, pasamos a ser eternos extranjeros en el mundo cotidiano, incesantemente cambiante y misterioso. El artista es el extranjero por excelencia. Pero ese estado de ambigüedad e indefinición no puede durar, difícilmente soportemos vivir en el núcleo del abismo. El artista ama la vida más que nadie, con complejidad y sin soberbia, él se afinca en todos lados, porque en todas partes ve el revés amigable de las cosas. No hay angustia en las calaveras de Sebastián, hechas con una delicadeza de orfebre. La variedad de valores de grises les da una profundidad virtual como si las calaveras fueran tres y una sola al mismo tiempo. No hay terror en los brillantes telones de Julián destinados a la destrucción por la delicadeza del material que pende llanamente de maderos. Pero más que los telones, de evidente efectividad y elocuencia, quiero notar un montículo de láminas de acrílico de varios colores en un rincón. Esos residuos juntados en una pequeña torre son un juego, un testimonio de sobriedad y, en fin, la visión de que las cosas relegadas deben ser las más tenidas en cuenta. ¿No son también acaso las calaveras residuos de hombre?
El trabajo que comenzó como una empresa íntima de retorno a la ciudad materna se convirtió en una empresa espiritual sin límites de nación, pues ya los límites de lo humano bastan para que nos sintamos embajadores a un tiempo, locales a otro, ya sea que nos extrañe o nos parezca propia la tierra donde vivimos, los amigos que nos hacemos, las calles y los templos que frecuentamos. 
Lugar: Galería AMA Venezuela 458, San Telmo.







2 comentarios:

  1. Me gustó eso de "¿No son también acaso las calaveras residuos de hombre?", y como engancha con todo lo anterior.

    También me parece interesante como cada artista presente(Holbein, León Camargo, Camacho y Hamelau) trabaja de distinta manera el concepto de "embajadores". Uno, el primero, lo tomó de su realidad circundante y de embajadores concretos. Los segundos se hacen embajadores ellos mismos de la obra pictórica y la actualizan al ser ellos como enviados de un país en otro, con esa mirada única que da el ser extranjero en un lugar (extranjero como ajeno, no necesariamente de otro país, aunque lo sea también en este caso). Y el tercero llamándonos la atención y haciéndonos partícipes a todos, a través de los segundos y el primero, de lo extraño que es el mundo y de lo extraño que es el ser humano.

    ResponderEliminar
  2. En el comentario anterior me olvidé de un artista, por estar este fuera del cuerpo principal de la reseña. Y aunque no me siento capacitada para hablar de Borges, lo voy a hacer igual. En cierto sentido, el epígrafe que da comienzo a la reseña engloba las tres visiones de los artistas que a continuación suya se presentan porque si bien nombra a los poetas, Borges, creo yo, está hablando más de una "actitud poética" que de una profesión. No puedo hablar de Holbein y no conozco a Camacho, pero puedo dar fe de que Hamelau y León Camargo viven poéticamente.

    ResponderEliminar