Metáfora del impacto, del desgarro y de las huellas. Aquí se enmarca la obra, con solo dos actores, una pareja: ella aviadora (María Canale), él (Julian Infantino) prácticamente todo el tiempo mudo, ella monologando la historia de un amor frustrado. Eventualmente, después de tanta felicidad, de llevarlo a él en su avioneta cuando estaba dormido, tenía que caer la inmensa y terrible bomba, los golpes además de fuertes dejaron marcas, surcos en la ajada tierra del desamparo. Hay que esperar a que la tierra sane, a que los surcos se llenen. Pero como la radiactividad, siempre queda un resquemor latente, un miedo a no poder olvidar, o mejor dicho, miedo a que tanto amor quede sepultado y aniquilado en el sótano del olvido,-¿cómo deshacernos de los momentos felices?- y entonces recordamos, nos aferramos a esa cosa que parecía darnos sentido, que al menos en la destrucción nos había dejado vivos y con marcas para probarlo. Tristeza que combate para arraigarse a su fuente pero para transformarla en su opuesto. Ellos abrazados viendo un partido de boxeo, viendo su propio fracaso con una suerte de distanciamiento grotesco y gracioso, de risa cómplice que parece prometer un futuro, esos horizontes de los que se nutre la esperanza.
Texto y Dirección: Camila Fabbri
Lugar: Elefante Club de Teatro, Guardia Vieja 4257
Viernes 21 hs.
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