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viernes, 6 de marzo de 2015

Woyzeck del director Pere Fullana

Autor:
GEORG BÜCHNER 
Actúan:
CARLES MOLINET Y AINA CORTÈS 

Bella y cruel. El mundo es un lugar despreciable, roto. Quizás en un principio tuvo una incierta y desconocida pureza. Pero ya pasó, ya no queda nada, todo se ha gastado, todo se extingue y desmorona. ¿Y qué es lo que lo desmorona? No sabemos, pero algo lo corrompe. Se siente una hediondez, un grito se ahoga en el silencio. Algo se esconde, algo infecto.

La humanidad por su parte no corre mejor suerte. Los personajes son títeres de la máquina infame del mundo. Uno o dos se salvan. María permanece sumisa a los agentes de la desgracia. Apenas si los cuestiona. Se queja de su suerte, pero soporta como puede cada bajeza, extrayendo de ella lo que haya que la consuele. Woyzeck se ha vuelto loco, o puede que desgraciadamente sea el más cuerdo. Es un sumiso, un sojuzgado, un miserable. No desentraña el corazón podrido del mundo, en cambio lo huele sin hacerse una imagen de la corrupción, sin acaso concebirla o entenderla. Solo oye el grito sordo del mundo. Solo se prosterna incrédulo de lo mal que está hecho todo, vocifera como quien quisiera escuchar una respuesta, y no encuentra ni un triste eco. Todo está hueco. Lo acecha la locura, ulteriormente el deseo del homicidio. La muerte, sin embargo, no puede llegar en un mundo tan aberrante a la alta condición del sacrificio. El homicidio de María sale en la televisión, lo ven los adultos y los niños imbuidos de un deseo morboso, como una interesante eventualidad. La muerte no choca a nadie, no representa nada. Solo es algo que saca momentáneamente a los hombres de su horrible letargo, es la única cosa extraordinaria que sucede en un mundo tan poco apto para la vida feliz. Los hombres contemplan la muerte como un espectáculo pasajero.

La puesta en escena fue excelente y la escenografía me recordaba al artista Fabio Mauri que apilaba valijas para convertirlas en un muro. La decisión de hacer que todos los personajes recayeran en dos actores nada más, marcados por vestimentas o artículos simbólicos fue acertadísima. No solo habla de la maestría de los actores, muchísima, les doy las gracias, sino que emparenta la representación con un linaje que lo antecede, con Shakespeare y más atrás aun con el teatro griego. Por otro lado, la opción de un teatro anti-ilusionista es muy acorde con el estilo  fragmentario de la pieza teatral de Büchner. El teatro no se trata de hacer una representación perfecta de la realidad – ¿o acaso el escenario tiene algo de realista? -, el teatro se trata de la voz de los personajes, del cuerpo puesto allí enfrente del público, de poner en acto – traer a la vida – una o muchas historias momentáneamente enfrente de espectadores.