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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Histeria o confusión

¿Para qué escribo? Escribo porque no hay otra cosa que pueda hacer. ¿Es verdad? No lo sé, dudo. Si así fuera, ¿qué debería escribir? Tampoco sé eso. Tengo que conocer el mundo, si no, no se puede escribir. Pero, ¡cómo habría de conocer el mundo! Soy feliz, estoy triste, estoy apenado, confundido, lúcido, las cosas son interesantes, caducas, cambian, mi memoria las atesora...el mundo, en fin, con su acostumbrada frialdad para ser ininterpretable, y su despliegue enorme de maravillas. ¿Escribo ficciones, escribo mi vida? Mi obra podría ser un compendio de frases mías que resuman mi paso por el mundo. La tristeza me conmueve, ¿cómo poder escribir sobre la felicidad cuando los lectores son hombres tristes? Escribo ficciones, escribo mentiras, escribo realidad, hay realidad y hay ficción a la par. La ficción nos salva de la tristeza. Debo escribir ficciones. Pero no entiendo el mundo...círculo vicioso. Pero tengo que escribir...dilema. Entonces escribo. Cuestión solucionada. Tengo que escribir y esperar, puede que entre mis palabras se produzca fricción y haya belleza sin que yo la planeara.

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