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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Escepticismo

No encuentro palabras, lucho contra ellas, les pego, las acuno, no me responden, no lloran, no sonríen, nada...Lucho con lágrimas en los ojos....
El futuro de poeta se esfuma entre palabras inertes, nada me responde, no hay ni cenizas ni arena, porque ellas son palabras poéticas, solamente hay muerte, negrura vacua de tinta que no dice nada, que nunca podría tocar el corazón del hombre.
Sigo luchando, con lágrimas en los ojos que me nublan el verso...

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La historia de mi apellido: Hamelau-dicen algunos.


“Y Dios le dio un nombre ambiguo…” Pseudo-Onomagino de Alejandría-o de Babel, los manuscritos difieren.
La historia de mi nombre es tan extraña como simple es su grafía, poco proclive a la confusión: Hamelau. Es un nombre de tres sílabas, con ‘H’ al comienzo lo que podría otorgar cierto exotismo o dificultad, aunque tampoco creo que tanta. Lo importante es que si el nombre hace a la cosa, entonces a mí este apellido me dio una vasta cantidad de personalidades, costados autónomos de mi mismo que yo desconocía, que tienen vida propia, acciones independientes, sentimientos inexplicables como los de cualquier otro hombre. Mis alter-egos no son ni más ni menos importantes que yo, el que escribe, si acaso puedo suponer que puedo tomar la preminencia del ‘yo’, una suerte de primus inter pares. En fin, todos tenemos destinos individuales, pero inseparables de un cuerpo único y de un nombre que es muchos nombres.
Primero, creo que es mejor empezar por el principio,  por mi infancia, el lugar, o el estado de mi alma, en que recibí la primera manifestación de mi primera identidad: Hamelau (o escrito como se pronuncia: ‘Ameláu’). Aquí la historia fue contada y transmitida por mis padres. El apellido era alemán, pero los inmigrantes alemanes pertenecientes a la familia habían llegado a las costas argentinas hace muchas generaciones. Tantas-en realidad no era un número gigantesco pero sí considerable- que se había perdido la ‘H’ pronunciada como ‘J’ y el acento esdrújulo. También, se había perdido la dulce (aventurera) costumbre del alemán, idioma cuya ausencia se sintió; y si bien fui por muchos años reacio a su sonoridad, luego encontré en su poesía una profunda fuerza.
Esta epifanía produjo, años más tarde, otra: su contraria. Saber que mi apellido se pronunciaba ‘Jámelau’ y no ‘Ameláu’ me generaba vacilación al momento de corregir a las personas que lo pronunciaban mal-o eso creían, ¡si hubiesen conocido lo que había en mi interior! Entonces, no tuve otra opción que cobijar en otro rincón de mi cuerpo a otro alter-ego, que no sé hasta qué punto ya vivía en mí, al igual que los demás, solo que como un huevo o una sombra benigna. Les faltaba calor para que la vida se alojara en ellos. Este otro-yo era un alemán empedernido, amante de las Elegías romanas de Goethe y de la poesía de Paul Celan. Hablaba su idioma ancestral de corrido y cuando podía viajaba por Alemania para recuperar el sentimiento que lo unía con esa tierra de la cual hace mucho se había desligado -lo separaban dos siglos de muertos enterrados en suelo argentino-. Esa ruptura espiritual era incurable, pero él hacía los mayores esfuerzos, sin perjudicarme, para reconectarse con su Alemania perdida. Mi primer yo, naturalmente, lo acompañaba en esta búsqueda nostálgica.
Fuimos creciendo juntos, hasta que otro hermano se nos presentó de improviso. Éste surgió, o eclosionó o nació luego de que pronunciaran nuestro apellido a la francesa: Hamelau se había convertido en ‘Ameló’ con ‘e’ breve y ‘o’ cerrada. En ese momento comenzaron las disputas. No me era familiar -ni al otro-, tener repentinamente una identidad nueva que compitiera en el cuerpo. Para empeorar la situación, todo se dio en la adolescencia. El ‘franchute’, para llamarlo(me) de alguna manera, hablaba una lengua latina y su ascendencia lo era también-lo cual no sucedía en nuestro caso-, pretendía visitar París en vez de Berlín…nunca nos poníamos de acuerdo. Así que cada cual iba por su lado. Mientras nosotros visitábamos Múnich, el franchute iba a comprar libros en los bouquinistes o a pasear por las avenidas elegantes como Les Champes-Elyssées, o a plazas y jardines como Place de la Concorde o Las Tullerías. Su amor por la cultura y por la poesía nos amigó. Gracias a él conocimos el simbolismo y el surrealismo. Lo comenzamos a llamar ‘el parisino’ por su amor a la capital francesa. Al final, de tanto conversar, descubrimos que concordábamos en mucho y que no había razón para peleas injustificadas e infantiles. Convinimos, como debería haber sido desde el principio, que la palabra y el arte podían conducirnos al amor y que nunca lo harían ni la violencia ni las armas- si bien el tema armamentístico fue tabú entre nosotros por un tiempo corto, pues que uno se levantara en armas significaba la destrucción de todos-.
‘Hamelau’=’Jamló’. Esa fue la tercera manifestación. La produjo una mujer en el correo al darme una carta proveniente de mi novia, que estaba por un mes en Stavanger por trabajo. Ante la extrañeza de mi apellido, la mujer pronunció o mejor dicho reveló mi, o bueno, nuestra personalidad africana. El argentino, el alemán y el parisino…estábamos desconcertados ante la aparición de otra silueta en el espejo. Era un hombre de nuestra edad, de piel negra, no sabía leer ni escribir, su concepción era tribal, vivía en clanes de familias, y practicaba ritos para homenajear a dioses que nos eran ajenos. ¡Quién era! Al principio comunicarnos fue imposible. Todo era por señas, ¡y ni siquiera! Su falta de modales y su agresividad- o lo que para nosotros era violencia- no nos permitían saber qué hacía, quién era o qué pensaba. Paciencia…todo fue paciencia. Y al final, lentamente, comenzamos a comprender su idioma, su gramática. Luego, entendimos sus ritos, llegamos a sentir la euforia religiosa que escondían, la manera en que elevaban sus ofrendas a Dios, si bien no los practicábamos. También, llegamos a saber que tenía una familia, una mujer e hijos, que le gustaba cazar y admirar la selva, sus lianas, sus plantas indescriptibles, la ferocidad de sus creaturas, de las que había que cuidarse, y mucho, mucho más. Aprendimos, gracias a su lengua, que había cientos de maneras de llamar al grito de un pájaro, de clasificar los verdes y los azules de la naturaleza y de nombrar a Dios-sin nombrarlo explícitamente- durante las horas religiosas y sus ritos correspondientes. Pasadas estas etapas, el conocimiento de nuestro yo-africano nos pareció natural a nosotros, era un hombre diferente igual a nosotros. Él nos enseñó el arte de la meditación, practicado en lugares sagrados y quietos; gracias a él pudimos celebrar y adorar la fuerza de Dios entre las cosas.
¿Suficiente hombres para un mismo cuerpo, no? Pero hoy tuve o tuvimos una nueva epifanía y no sé por qué pienso que será la ultima. Una mujer, en una perfumería pronunció lo siguiente: ‘Jamelán’. Hay algo evanescente en esta nueva forma de darme nombre. En mi interior surge una nueva personalidad, pero que no puedo comprender ni abarcar. Esta nueva identidad es colosal, tal como yo la siento,  está en todos lados, es el espejo que tenemos delante para vernos. No hay nadie. Pero la presencia está. Intuyo que ese otro de mis entrañas es una mujer. Y no solo mujer, sino una mujer vikinga…dada a la violencia del mar, del sistema patriarcal, astuta para manejar la voluntad de los varones. Mi intuición se basa en las declaraciones de mi abuelo que me contó que los Hamelau habían llegado a Alemania desde Noruega, tierras nórdicas. La hipótesis vikinga me parece sensata. No sé. Sigo buscando a la cuarta identidad…está y no está. ¿El espejo en el que me miro con mis hermanos está hecho de agua, de uñas de muertos? ¿Hasta dónde se extiende mi estirpe? ¿Es el cuatro la solución, el cierre? Puede, y es bastante seguro, que haya niños tímidos esperando en mi interior, detrás de la flor de un recuerdo olvidado o en un pelotero de dígitos algo cenicientos, porque ya hace años que nos los uso. Cuando seamos ancianos, puede que aparezcan esos espíritus, por la pronunciación de mi nombre con variaciones que ni imagino.
Dentro de mi cuerpo, vive una enorme comunidad. Cuando a veces pierdo la mirada en el horizonte, es que estoy hablando secretamente con ellos. 
Por Santiago Hamelau

martes, 20 de noviembre de 2012

Todo en la vida es éxtasis

En la cosa menos importante, en una hoja de papel o de árbol, en el caso más evidente como la amistad, o la sonrisa secreta del ser que amamos...en todas esas cosas está el éxtasis...repentinamente una aguja luminosa parece clavarse en las cosas que existen.

Es como mirar al sol de frente e intentar soportar su violencia. Así es la vida. A veces soportamos más o menos. También está la tragedia, la tristeza, allí como en la felicidad, nos unimos con el centro-por dar una imagen- de algo indefinido que no vemos, no tocamos, más bien diría que olemos...es como un perfume que nos recuerda una materia informe e irrecuperable. En realidad, llegaría a decir que lo vemos pero como si oyéramos ecos lejanos.

Continuamente, sentimos apego a la vida. Quién sabe por qué. Sentimos apego por las cosas materiales y por las ideas de esas cosas. Por los parpados cerrados que nos ven durante el sexo, por la espontaneidad de una flor que uno encuentra creciendo al lado del asfalto, por la meditación en los templos sagrados que quieren que conozcamos a Dios...

la paz es un estado de éxtasis...

Le sentiment tragique de l'existence

El sentimiento trágico de la existencia...es que es eso, ¿cuántas palabras más se necesitan para describirlo? Basta nombrarlo. Es esa sensación de que algo está mal, de que en la maquinaria que nos constituye hay una falla. Todo sucede mientras el sol nos da en la cara, un sol inocente, que desconoce la rabia que produce en el interior...o mejor, después de la rabia, la angustia o la tristeza...porque ¿qué es lo que está mal? ¿hay algo mal realmente? ¿Está adentro o está afuera? Todo el universo parece embarcarse en una catástrofe...el sentimiento trágico:

How many words do I need to describe it?
How many?
How many more...?

Y ante ese cataclismo que respiran las hojas y el aire, que exuda la vestimenta que uno trae...advertimos una paz insólita, que no sé si existe, pero que debe existir, que es necesaria para salvarnos, para volver imaginario al cataclismo...entonces aparece una canción con una melodía o un ritmo feliz, aparece la amistad y la sonrisa, cualquier verso o frase que nos llega en papel o virtualmente, quién sabe de quién o de donde o porqué.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Tracey y Beatriz

Tracey Emin y Beatriz Milhazes en Malba

Arte, color y crudeza en el Malba. Todo al mismo tiempo. No podemos salir ilesos de recorrer las salas del museo.
La exposición How it feels muestra 5 videos de la artista londinense Tracey Emin. Todos son de una fuerza expresiva impactante, ella con sus manos- grandes, de anillos y uñas redondeadas- parecía salir para agarrarme el alma, las entrañas, los sentimientos...todo para que una transformación se produjera en mí. Los videos se desarrollan con humor, brutalidad, energía, fealdad, ternura...y sobre todo en Why I never became a danser y How it feels con una fuerza testimonial gigantesca que te golpea como un tsunami. El segundo, el más extenso, cuenta la historia trágica de su aborto. La vida de una mujer se proyecta en tan solo pequeños fragmentos y no nos hace falta mucho más para entender cómo el arte la atropelló a ella y no viceversa. El arte es una forma de vida, la manera de crear cosas, de entender a dónde esas cosas van, la concepción como hecho primero de todo lo que existe. Nada de superficialidad...todo debe ser esencial. Emin cuenta mucho...y guarda inmensos secretos.
Beatriz MIlhazes, por otro lado, cambia el registro completamente. Ella es brasilera y su estilo es pura explosión de colores y de formas sin llegar a la abstracción. Detrás de sus pinturas, percibo un lento trabajo de pensamiento, de interacción entre la exuberancia latinoamericana y una tradición europea como la de Matisse o la Biblia...y más, mucho más...en sus cuadros veo mariposas, flores, colores, explosiones, lineas verticales y horizontales, círculos superpuestos, arabescos, plantas, mandalas...el juego y la espiritualidad se funden detrás de composiciones a primera vista inocentes. Juego y espiritualidad...me gusta cómo suena, se acerca bastante a lo que sentí frente a sus cuadros...falta algo...intimidad, familiaridad...
Y esa fue la visita al Malba de hoy...paredes con arte que cambian la cotidianidad del día...

SH

domingo, 18 de noviembre de 2012

Sosteniendo amores

Sostengo en la mano una esfera caliente
un manojo de piel y de sueños, un centro nervioso
de una red oscura con forma de mujer.

Sostengo en los brazos mi propia debilidad
de hombre que ama
frente al cuerpo que ama
y las fuerzas se niegan
se cansan, no quieren nada más
que ojos de miel...

Sostengo pedazos y fragmentos y recuerdos
una sinapsis en el momento en que
un cielo hermoso cayó
y todo fue una soledad única de sábanas que extrañan.

SH

Vacío

La emoción intrépida de crear un blog sigue, el problema es que ya no sé qué escribir. En un principio, la emoción estaba acompañada de cataratas de palabras, ahora, de vacío. Es cuestión de seguir imaginando...
S.H

2

Existo, ergo, creo.
No sé, quizá el credo de los artistas, o de todo hombre. No es fácil explicar las cosas difíciles.
Santiago Hamelau

Primera

Es durante la noche que pensamientos lejanos vienen a buscarnos y forzados por nosotros mismos, tomamos las decisiones más rotundas...
Santiago Hamelau