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sábado, 12 de julio de 2014

Las fotos y la guerra


Mi amigo ( Felipe Romero: https://www.behance.net/gallery/17961405/Ciudades-Hebron ) derrumbó un alto muro y vio que tras de el se escondía un tesoro, el secreto de lo humano, el auténtico corazón del hombre. Revelar a los otros tal objeto mágico es la tarea de todo artista.

Sus fotos tienen el aura de la nostalgia, a veces el juego siniestro en que lo monstruoso se superpone a lo inofensivo. Las caras de la gente, de grandes y de chicos, siguen firmes en una dignidad que quisieran abandonar en favor de la resignación. Sin embargo, los habitantes se mantienen erguidos tanto por la fuerza de la religión, como de la tradición que los obliga a defender el lugar donde nacieron -la tierra de sus antepasados según ellos mismo dicen- incluso si no saben, como no lo sabe ningún hombre, por qué nacieron ahí o con qué propósito. Las fotografías de Felipe Romero nunca abandonan, con justa razón, su tono de denuncia. Lo hacen de manera elegante, sin ningún exabrupto, lo cual perjudicaría su valor estético. Esa denuncia, justamente por esto, es más efectiva y más insidiosa, pues detrás de la belleza, de la maestría, están la muerte, la intolerancia y el sufrimiento. No obstante, también están la paciencia, la esperanza y el amor. El espíritu del hombre, entonces, es tan brutal como gentil. Esa paradoja desató todos los conflictos históricos y el presente, desgraciadamente, no es la excepción.

De nuevo, se levantan las armas entre árabes y judíos, o mejor debería decir entre hombres y hombres. ¿Acaso tengo que creerle a Hobbes cuando dijo "El hombre es un lobo del hombre"? Antes - puede que me refiera a épocas literarias, cuando la materia bélica pasó por el genio de algunos hombres y no por la torpeza de los políticos, pienso en la devastación de Troya,- la guerra justificaba a los muertos y estos a aquella, en el sentido de que una realidad volvía justa a la otra. Había causas para los muertos y para la guerra. Los hombres peleaban cuerpo a cuerpo, medían su fuerza, su honor. Hoy...hoy la guerra engulle a los cuerpos, los muertos devienen cifras abstractas, la guerra elude las causas: hiperrealidad pura! Y ese es el peor peligro, el de la abstracción, el de la virtualidad, como si la guerra simplemente sucediera pero alejada de la experiencia, en una esfera aparte, como si ella fuese una fatalidad y operara por causas fantásticas. Es alguien, sea uno o muchos, quien conduce las matanzas, lanza los misiles, da las órdenes. Los muertos habían sido hombres, y los desplazados aun lo son, gracias a Dios. La red de víctimas y victimarios puede que se vuelva infinita, por eso la percibimos como hiperreal. Ya no hay principio, no hay fin, no parece haber un origen desde donde se desencadene la guerra. Pero con esfuerzo debemos pasar estas barreras.

Deleuze y Guattari decían que los artistas quiebran muros. Las fotos de mi amigo hacen justamente eso y desentrañan lo siguiente: la paz es un anhelo del hombre. La gente de Hebrón quiere vivir sin la guerra y proclaman ecuménicamente la fraternidad de las grandes religiones monoteístas. El islam, el judaísmo y el cristianismo, también las religiones del Libro, histórica y culturalmente comparten los mismo antepasados. Hoy día las guerras son asuntos de poder. Pero detrás de ellos, que mueven más montañas que la religión, hay hombres también. El poder no es autónomo. Necesita de actores. Hay personas comprometidas ilusamente con la muerte y la ruina. Son ellas las que llevan adelante el conflicto armado. Por eso nos encontramos en el medio de una contienda entre Israel y Palestina, mientras la dignidad humana se torna espectral y el espíritu canta elegías para sobrellevar el peso de su estupidez.

No culpo por la guerra ni a hebreos ni a árabes. Me gustaría prescindir de la palabra culpa. Explico la guerra por la acción de los hombres. No son los pájaros ni las nubes los responsables. Pido entonces, a modo de oración, que quienes sean los promotores de esta guerra, paren. Basta que se miren al espejo y vean que se han matado muchas veces. Todavía el color rojo no manchó sus ropas, pero solo es porque la sangre tarda en salir. Sin embargo, no es la piel a donde hay que mirar primero, sino muy adentro. Toda verdadera respuesta solo puede surgir del interior. De noche es cuando podemos escuchar con mayor detenimiento. Me pregunto: ¿No sueñan los soldados, los políticos, quienes sean que apoyen la guerra, con pesadillas de diluvios y de lluvias de fuego? ¿No temen?


Santiago Hamelau